miércoles, 14 de febrero de 2018

ANTONIO PELÁEZ, PINTOR: ENTRE GRETA GARBO Y MARÍA CHINCHÍN



MUSAS ESQUIVAS


Por Higinio del Río


Cuenta Luis Felipe Vega Sordo que el pintor Antonio Peláez (Llanes, 1921- México, 1994), estaba prendado platónicamente del rostro de Greta Garbo y que, cuando vivía en Nueva York, el artista seguía al mito por las calles de la Gran Manzana. Eran vecinos. Una vez, ella entró en un sitio a comprar tabaco, y Peláez la esperó a la puerta. Al salir, la actriz sueca se detuvo ante él y le espetó gélidamente su desprecio desde detrás de sus gafas de sol: “Me tienes harta… ¡Déjame en paz de una vez!”. 
Luis Felipe (familiarmente “Pipe”, Llanes, 1939), gestiona estas confidencias con el distanciamiento de quien no presume de nada, ni siquiera de la información privilegiada que posee. Pertenece a un mundo de indianos cultos y cosmopolitas y ha moldeado su biografía en las dos orillas del océano. Cumplió los cinco años de edad a bordo del “Marqués de Comillas”, rumbo a México con su familia, en plena II Guerra Mundial. En aquella época, un buque con bandera de España, tan vinculada a la Alemania nazi, era motivo de desconfianza, de ahí que el barco fuese interceptado por un navío de la Armada inglesa, que lo desvió a Trinidad. Los pasajeros recibieron la orden de subir a cubierta, pero a Pipe, que estaba acatarrado, y a su madre les dejaron permanecer en el camarote, con un marinero negro y vestido de blanco como ángel guardián (el primer hombre de color que veía el crío en su vida).
Hay episodios de la historia local y poesía manuscrita en la genealogía de Pipe, hijo de Antonio Vega Escandón y nieto del médico José María Vega Guerra y de Inés Escandón Lamadrid (de la familia del palacio de Vidiago). Un tío abuelo suyo, Manuel Lamadrid, formó parte en México del círculo del emperador Maximiliano de Austria y llevaría a José Zorrilla como invitado a su mansión de Vidiago, donde el poeta y dramaturgo escribió “El bufón de Vidiago”. Uno de sus siete tíos paternos, Tomás, abogado, fue alcalde accidental de Llanes en tres etapas de la Segunda República: 1931, 1933 y 1936. Al padre de Pipe, graduado en Cirugía y Odontología, lo detuvo una patulea de milicianos al estallar la Guerra Civil, y la criada que tenían se presentó en casa con su novio -un pescador anarquista- en el momento de la detención y robó todo lo que quiso y más. Antonio Vega Escandón sería movilizado, dada la necesidad de médicos en el frente, y tras un ataque aéreo, pudo escabullirse y esconderse en una cueva. Cuando vio pasar desde allí a las tropas de Franco, salió a unirse a ellas, pero al llevar puesto el uniforme republicano le metieron, sin más, en un campo de concentración.
En el México de los años 40-50, su esposa, María Teresa Sordo Castañares, mexicana de nacimiento, con raíces en Purón e hija de Tomás Sordo Díaz (un indiano conocido como “el rey de la sal”), vestía a sus hijos como señoritos: bombachos de pana y medias de rombos, que era el colmo de los colmos. “¡Guardapedos!”, les llamaban sus compañeros de colegio. Pipe estudiaría ingeniería industrial en el Instituto Tecnológico de Monterrey y entraría en la IBM. Destinado en Nueva York, un día, se encontró en el ascensor con Antonio Peláez, que residía en el mismo edificio mientras preparaba una exposición. Allí se enteró Pipe de la pasión estética de su amigo por Greta Garbo, lo que inmediatamente le trajo a la memoria la antigua imagen de otra musa, digamos también que inaccesible, que se había cruzado en el camino del pintor: María Chinchín, que atendía el bar más famoso de Llanes, minúsculo edén de paredes renegridas, de porrones y quesos de Peñamellera, refugio de pescadores y tunos, bohemios y viajantes. En la cúspide de su gloria, Peláez seguía siendo cliente del chigre, y se ofreció a poner allí su arte. “Me gustaría pintarle un bonito mural”, dijo a la tabernera. María, sufrida, enjuta y enlutada, le miró como se mira una travesura, y esquivó la oferta mientras pasaba la bayeta por la barra: “¿Embadurname las mis paredes? ¡Quita p’allá, chachu!”

(Artículo "Musas esquivas", de Higinio del Río Pérez, publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA, 4 de diciembre, 2012)

Greta Garbo (Greta Lovisa Gustafsson, 1905-1990),
en su época de esplendor.

Autorretrato de Antonio Peláez, 1965.
(Óleo sobre tela, 140 x 120 cm.).

María Chinchín en los años 50.
Dibujo de José Antonio Sáez Sotres.

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