jueves, 6 de diciembre de 2018

GIJÓN, SANTANDER Y BILBAO EN LA NUEVA GESTIÓN DE LAS CULTURAS DE PROXIMIDAD


De izquierda a derecha, María Álvarez Álvarez, Humberto Fernández
Iglesias
, Pilar González Lafita y Carlos González Espina,
destacados miembros del equipo de gestores de la
Fundación Municipal de Cultura de Gijón,
en el patio del CCAI. (Foto: H. del Río)

OPINIÓN                                                               

Resiliencias para cuando vienen mal dadas

La colaboración cultural entre ciudades, una opción más allá de la competencia



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

En el actual proceso de refundación del capitalismo la creatividad parece que va ligada claramente a lo económico. Hace ahora un año que Gijón acogió el importante seminario “Resiliencia y resignificación. La transformación de la gestión de las culturas de proximidad”, que giró en torno a las posibilidades de colaboración entre Bilbao, Santander y la propia villa de Jovellanos, y en el que se habló mucho de la creatividad (un mantra para enfrentarse a los problemas) y de la cultura como elemento de desarrollo económico y de regeneración urbana.
Se contempla la cultura como un factor que contribuye a hacer más habitables las urbes y como energía transformadora de sociedades e individuos, y la colaboración que buscan en este campo las tres ciudades (un proyecto denominado “Tan cerca”) se basa en la proximidad geográfica y aspira a una cercanía conceptual en la que se sientan implicados los agentes y las instituciones de las comunidades autónomas respectivas. El objetivo es recomponerse, ponerse en pie, dar entre todos respuestas a la crisis, de modo que el término “resiliencia”, que se refiere a la capacidad de superar circunstancias adversas, viene como anillo al dedo y complementa el concepto de creatividad. Quizá tenga esto algo que ver con el hecho de que el capitalismo (como señaló Arturo Rubio Arostegui, uno de los ponentes) se ha dado cuenta ya de que el conocimiento, los procesos de innovación y los análisis de datos valen más que el petróleo.
 En el seminario de Gijón se barajaron valiosas ideas. Verbigracia, la de la desubicación del Estado en la política cultural. En el caso español, el Estado (que es excesivamente grande para lo local y demasiado pequeño para el mundo globalizado), se arroga un protagonismo y un intervencionismo excesivos, pese a que es en las ciudades donde se registra el porcentaje más alto del gasto público en cultura (en torno a un 55 por ciento, frente al 30 de las comunidades autónomas y el 15 del propio Estado). El Estado, apuntó Alfons Martinell (voz que clama en el desierto, pero imprescindible en cualquier curso de gestión cultural que se precie), debería fomentar que el producto cultural que surge en una comunidad autónoma pueda llegar a otras comunidades. “Hay que inyectar dinero para la circulación, para la colaboración y la interrelación”, insistió.
Otra sugerencia expuesta en el encuentro fue la de la reformulación de la capacidad de mediación del sector público, que deberá ser “más inteligente”, diverso, descentralizado, colaborativo y dispuesto a resignarse a perder el monopolio y a desarrollar nuevos modelos de cooperación público-privada (Félix Manito Lorit).
Se habló también de la cultura como factor de sostenibilidad de las ciudades, como recurso simbólico ante la crisis de la industria en el escenario de la interculturalidad. Las estrategias de la política cultural ven la diversidad como un gran valor para la creatividad (en Barcelona se hablan más de cuatrocientas lenguas; nunca estuvieron tan cerca modos de vida tan dispares), aunque se den conflictos, desigualdad y exclusión social. En los colegios de cualquier capital española el paradigma de la igualdad choca con la realidad de la diversidad cultural, sin que los profesores, que se ven sobrepasados, dispongan de herramientas adecuadas ad hoc.
De la idea de la “ciudad creativa”, en todo caso, se pueden apropiar especuladores y oportunistas de la burbuja inmobiliaria. Al discurso dominante le cuesta renunciar a la “monumentalización” de gigantescos equipamientos culturales (las catedrales del presente), que, en competencia entre unos lugares y otros, quieren ser referencias supramunicipales o suprarregionales, aunque carezcan de base social y no respondan a necesidades reales. 

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA de Oviedo, el sábado 1 de diciembre de 2018)



martes, 13 de noviembre de 2018

KRISTALLNACHT: EL ATAQUE A LOS JUDÍOS DE FÜRTH

Miembros de una familia, minutos después de ser agredidos.


Un testimonio gráfico facilitado por Elisheva Avital

Hace unos días, al cumplirse ochenta años de la Kristallnacht (la “Noche de los Cristales Rotos”), el pogromo organizado en Alemania el 9 de noviembre de 1938 por el régimen de Adolf Hitler, que daría paso al Holocausto, la norteamericana Elisheva Avital puso en twitter una serie de 25 fotografías sobre la agresión sufrida en aquella fecha por familias judías de Fürth, localidad bávara situada a diez kilómetros de Núremberg.

Las fotos -que componen una detallada secuencia de los hechos- las tenía guardadas el padre de Elisheva Avital, quien estuvo destinado como soldado del ejército de los Estados Unidos en Alemania, tras la derrota del nazismo en 1945. Los autores de las instantáneas fueron dos fotógrafos del lugar: Karl Neubauer, cuyo estudio estaba en la calle Grolandstr. de Núremberg, y Fritz Wolkenstörfer, con domicilio entonces en la calle Flurstr. de Fürth.

Elisheva Avital
En la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 (casi seis años después de que Hitler fuera sido nombrado canciller, y dos años y medio después de la celebración de las Olimpiadas de Berlín), un grupo de paramilitares de las SA, acompañado de dos fotógrafos, irrumpe en el barrio judío de Fürth profiriendo gritos. Empiezan a romper los escaparates de los comercios, entran en varias viviendas (entre ellas, la del rabino), humillan y golpean con extrema violencia a numerosas personas, algunas de las cuales se encontraban ya en pijama, a punto de dormir, y exigen las llaves de la sinagoga. Acto seguido, se afanan en destruir con mazas muebles y enseres, abren armarios, sacan libros para amontonarlos y azotan por el suelo vajillas, objetos y todo lo que encuentran… En el interior de la sinagoga, los atacantes cubren con alfombras parcialmente las filas de bancos, rocían todo con bidones de gasolina y prenden fuego… Todo ocurrió en apenas una o dos horas.

En el siglo XVI, Fürth tenía la comunidad judía más grande de Alemania; en el XVII ya funcionaba allí el primer hospital judío de Europa y a principios del XIX casi un cuarto de su población profesaba la religión judía. La sinagoga destruida esa noche databa de 1617.

H. del Río

 
 

 
 
 
 

 
 
 
 
 

 
  

Durante la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 (la denominada “Noche de los Cristales Rotos”, Kristallnacht en alemán), tropas de asalto de las S. A., junto con civiles, perpetraron en la Alemania nazi (que incluía Austria), ataques, saqueos y linchamientos contra ciudadanos judíos, mientras las autoridades alemanas observaban todo sin intervenir. Los jerarcas nacionalsocialistas presentaron los hechos como una reacción espontánea de la población tras el asesinato en París, dos días antes, de Ernst von Rath, secretario de la embajada alemana, por un joven judío polaco.
Estos pogromos, ideados por Joseph Goebbels, dejaron las calles cubiertas de vidrios rotos. Las propiedades judías, incluidos hospitales y escuelas, fueron saqueadas y destruidas por los atacantes. Al menos 91 ciudadanos judíos fueron asesinados y otros 30.000 serían detenidos e internados en campos de concentración. Más de 1.000 sinagogas fueron quemadas y más de 7.000 comercios resultaron destruidos o seriamente dañados. ​

lunes, 15 de octubre de 2018

NICOLÁS MULLER, LLANES Y OROSHÁZA


Una violonchelista de Orosháza intervino en la inauguración
de la muestra, el 23 de junio de 1990.
(Foto: Agustín Santos Blanco).

UNA EXPOSICIÓN COLECTIVA DE PINTORES HÚNGAROS EN LA CASA DE CULTURA DE LLANES


El fotógrafo Nicolás Muller residió en Andrín, en el municipio asturiano de Llanes, desde 1981 hasta su muerte en 2000. En el verano de 1990, visitó la villa llanisca una delegación cultural de la Orosháza, localidad húngara en la que había nacido en 1913 Muller. La representación, compuesta por diecinueve personas, estaba presidida por Géza Gonda, responsable de asuntos culturales del Ayuntamiento de Orosháza, y contaba con la presencia de catorce artistas plásticos. Entre ellos, Ilona Fülop, que venía basándose desde hacía un tiempo en la poesía de Federico García Lorca como motor de inspiración. Durante su estancia en Asturias se organizó en la Casa Municipal de Cultura de Llanes una exposición colectiva, que estaría abierta del 23 de junio al 2 de julio. Se expusieron óleos, acuarelas, pasteles y trabajos a plumilla -cincuenta y dos obras en total-. Los artistas de Orosháza presentes en Llanes fueron Istvan Boldizsar, Irén Csizmadia, János Fekete, Tibor Feldmann, Ilona Fülop -que venía basándose desde hacía un tiempo en la poesía de Federico García Lorca como motor de inspiración-, Tibor Hegyesi, János Horvath, Rozalia Jellinek, János Molnar, András Okros, Gyula Pap, Bálint Toth, Maria Varga y Erzsebet Veraszto.

De izquierda a derecha, Higinio del Río, Nicolás Muller
y Géza Gonda en el acto inaugural
de la exposición colectiva en Llanes.
(Foto: Agustín Santos Blanco).
  

domingo, 16 de septiembre de 2018

MANUEL DÍEZ-ALEGRÍA: LA BIOGRAFÍA DE UN MILITAR CLAVE EN LA HISTORIA DE ESPAÑA


                
OPINIÓN                                                               

 Un militar en la trastienda de la Transición

Pablo González-Pola publica la biografía 
del general Manuel Díez-Alegría



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Stanley Payne, en el prólogo del libro “Preparando la Transición. El general Manuel Díez-Alegría” (1), de Pablo González-Pola, reflexiona sobre el desproporcionado papel jugado por el estamento castrense en la España de los siglos XIX y XX. Habla de la “tradición pretoriana”, que es algo de fácil enquistamiento cuando la sociedad civil se muestra débil (y que los políticos “incapaces de ganar el acceso al poder por otro modo que la intervención militar armada” han invocado repetidamente), y ve en Franco la expresión más patente del pretorianismo español.

Lo más interesante del prólogo está en su mirada retrospectiva a los años finales del Régimen del 18 de julio, cuando mucha gente tenía claro que el sucesor designado, Juan Carlos, pensaba poner en marcha un proceso democratizador. La cuestión era saber si el ejército iba a permitirlo, y ahí, precisamente, es donde anticipa Payne la grandeza de la figura de Manuel Díez-Alegría, que en las páginas siguientes se verá desplegada por González-Pola en un relato apasionante. El general llanisco (precedente de Gutiérrez Mellado, al que tuvo bajo sus órdenes), fue el alto mando militar que más se esforzó para que sus compañeros no malograsen los planes del Príncipe. Nadie había dado más argumentos que él para la modernización y la profesionalización de las Fuerzas Armadas (su libro “Ejército y Sociedad” se había publicado en 1972), razonando la no intervención de los militares en la vida política y la subordinación de éstos al poder civil. No dudaba que España estaba preparada para la democracia y que la sucesión en la persona de Juan Carlos, “debía conducir a tal fin”, afirma el prologuista.
A la abundante bibliografía sobre la transición, que bien merecería la pena de que fuese consultada por la indocumentada clase política actual, le faltaba una biografía de este calibre, redonda, sin titubeos, que explora trastiendas insospechadas y da claves para entender mejor uno de los períodos más interesantes de la historia de España.
A Díez-Alegría, nacido en Buelna en 1906 y fallecido en Madrid en 1987, todos lo veían como el principal “liberal” de la jerarquía militar. El libro de González-Pola empieza con un duelo en las Cortes, en 1971, con motivo del debate sobre el proyecto de ley de la objeción religiosa al servicio militar: a un lado, el general llanisco, jefe del Alto Estado Mayor desde 1970, en defensa del proyecto; frente a él, Blas Piñar, absolutamente en contra. La proposición de ley salió adelante, pero la agria pugna entre el soldado y los ultras no pararía ahí, ni mucho menos, y al final se decantaría a favor de éstos, pocos años después.
El general (al que muchos insistían en atribuir una aureola equivalente a la de Spínola en Portugal a la caída de la dictadura salazarista), recibe en 1974 una inesperada invitación de Ceausescu para visitar Rumanía (país con el que España no tenía relaciones diplomáticas). Don Manuel, que sabía de sobra lo bien que se llevaban el tirano rumano y Santiago Carrillo, sospecha al instante que en aquel gesto de hospitalidad hay gato encerrado. Informa del asunto al presidente del Gobierno, Arias Navarro, y al ministro de Asuntos Exteriores, Cortina Mauri, y éstos le dan la autorización, pues interpretan que se trata de un mero viaje de turismo. Ya en Rumanía, acompañado de su esposa, Conchita Frax Arias, y entre visitas a monumentos y estuarios, Ceausescu deja entrever, en un momento dado, el encuentro “sorpresa” que le tenía preparado. Ante la encerrona, Díez-Alegría hace un hábil regate y el cara a cara con el secretario general del PCE no llega a producirse.

"LA COBARDÍA Y DESLEALTAD DE TIPOS COMO ARIAS NAVARRO Y CORTINA MAURI"

Para cuando regresa a Madrid ya ha alcanzado el Pardo una ola de sospechas y especulaciones en su contra. Los inmovilistas intensifican su presión para que sea destituido en la jefatura del Alto Estado Mayor. Desbordados por la situación, Arias y Cortina no se atreven a admitir que habían autorizado el viaje y mienten, con lo que Franco, finalmente, firma el cese. Estos hechos los contaría después el militar llanisco a su hijo Fernando, en una carta en la que lamenta “la cobardía y deslealtad de tipos como Arias y Cortina”.    
Al militar llanisco, en una entrevista que le hice en 1983, al pie del hórreo de su casa de Buelna, le había preguntado yo por sus memorias. “No me gusta hablar de este asunto porque huele un poco a puchero de enfermo”. (…) “Quizá revelen hechos que no se saben, porque muchas de las cosas de la vida ocurren entre bastidores. Pero no voy a desnudar a nadie. Yo no ataco nunca. No pienso atacar a nadie en mis memorias. Comprendo las razones de todo el mundo, aunque no sean siempre correctas”, me dijo. Manuel Díez-Alegría no llegó a terminar de escribir su esperada autobiografía, pero Pablo González-Pola, periodista, profesor universitario y teniente coronel en la reserva, ha tenido acceso a un rico archivo familiar y ha recuperado así secuencias esenciales e inéditas de la Transición.


LA AMISTAD CON EL JEFE DE LA C. I. A.

En esas memorias que quedaron en el tintero seguramente ocuparía un lugar preeminente el militar norteamericano Vernon Walters. Para los observadores y analistas de la política durante los años del tardofranquismo, ser amigo de Walters, el todopoderoso jefe de la CIA entre 1972 y 1976, asesor de siete presidentes de Estados Unidos, añadía a la relevancia de Díez-Alegría una dimensión no exenta de cierto morbo. El insigne militar no sólo era bien visto por la oposición democrática, de cara a asumir un potencial protagonismo político, sino también en Washington, y eso se podría incluso relacionar, imaginativamente, con los supuestos intereses de la Casa Blanca en favorecer la consolidación en España de una democracia parlamentaria, que conjurase el riesgo de una radicalización populista o revolucionaria de izquierdas, susceptible de poner en peligro las bases del tío Sam en suelo español y el equilibrio mundial en beneficio de la Unión Soviética. Había conocido a Walters en Brasil, donde ambos coincidieron en misiones diplomáticas (Díez-Alegría fue allí agregado militar en la Embajada de España de 1946 a 1952). Cuenta González-Pola que la estrecha amistad entre ambos duraría toda la vida. “Dick”, como le llamaba don Manuel, le enviaría una carta muy significativa con motivo de su cese en la Jefatura del Alto Estado Mayor, y en ella Walters concluía con estas palabras: “Un abrazo de solidaridad y amistad del viejo amigo y compañero que sabe los inmensos servicios que has prestado a España, al Ejército y al mundo libre”.
En sus memorias inacabadas habrían quedado reflejados también episodios de la Guerra Civil. De aquélla, era teniente. En julio de 1936 llegó a Asturias para pasar las vacaciones de verano, después de aprobar el primer curso en la Escuela Superior de Guerra. Le sorprendió el golpe de Estado en Barro y pasó 418 días en total oculto en una casa de la localidad. Un día, fue localizado por un grupo de milicianos capitaneado por el pescador Ramón Quiroga Asueta, y ahí pudo haber terminado todo para él, pero Ramón, hermano de Fina la Quiroga (que regentaría después de la guerra la confitería Noga en Llanes, frente al parque de Posada Herrera) y de María la Quiroga (legendaria cuidadora de la playa del Sablón), no le detuvo, y con eso le salvó seguramente la vida. El joven oficial se incorporaría en septiembre del 37 al Ejército de Franco, con un informe favorable del general Dávila, en el que se decía de él que era “entusiasta del Movimiento Nacional” y que había intervenido en Madrid “en algunos trabajos para la preparación del Alzamiento”.
Al margen de la gran historia reconstruida tan sugestivamente por González-Pola, puede que perdure en la memoria de muchos llaniscos un bagaje de vivencias personales vinculadas a Manuel Díez-Alegría. En lo que a mí respecta, me queda el recuerdo de aquellos días en los que, de crío, le veía comprar en la tienda de ultramarinos “La Pilarica”, de mi madre, Pilar Pérez Bernot (unas veces con su esposa, Conchita, y otras, él sólo a recoger el pedido), y su imagen en impermeable, “choclando”, entrando en el patio de butacas del “Cinemar” a la luz de la linterna del acomodador, con el No-Do ya empezado. Le tocó sentarse a mi lado, aquella tarde lluviosa de fin del estío, y vimos juntos una película bélica, de la Segunda Guerra Mundial. “Los cañones de Navarone”, me parece. O “Tobruk”, quizá.


(Artículo de Higinio del Río publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA de Oviedo 
el martes 11 de septiembre de 2018)


Nota:

(1)     El autor del libro, Pablo González-Pola, ha querido que fuera en la Casa Municipal de Cultura de Llanes donde tuviera lugar la primera presentación de su libro, editado por Dykinson, S. L.. El acto se celebró el lunes 13 de agosto de 2018.


Portada del libro de Pablo González-Pola de la Granja.
El autor de la biografía, a la izquierda,
junto a Fernando Díez-Alegría Frax
en la Casa Municipal de Cultura de Llanes,
el lunes 13 de agosto de 2018.
(Foto: H. del Río).
El teniente general Manuel Díez-Alegría, con Higinio del Río,
durante la entrevista que éste le hizo en Buelna, en 1983.

martes, 28 de agosto de 2018

JUAN IGNACIO DEL CUETO, UN DESTACADO ARQUITECTO E INVESTIGADOR MEXICANO CON SANGRE ASTURIANA

Juan Ignacio del Cueto. (Foto: Universidad Autónoma Metropolitana). 


Arquitecto, investigador y profesor titular de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México, especializado en historia de la arquitectura del siglo XX, Juan Ignacio del Cueto Ruiz-Funes, al que sus amigos llaman cariñosamente "Dino", coordina el Centro de Investigaciones en Arquitectura, Urbanismo y Paisaje (CIAUP) de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, y es miembro de la Academia Nacional de Arquitectura y vicepresidente del Ateneo Español de México.
En 2007, fue uno de los responsables de la exposición "Arquitecturas desplazadas: arquitecturas del exilio español", instalada en los Nuevos Ministerios de Madrid.
El Colegio de Arquitectos de México y la Sociedad de Arquitectos Mexicanos le concedió en 2011 el “Premio Juan O’Gorman al Mérito Profesional por Investigación”.
En 2016 fue comisario y autor del catálogo de la exposición “Presencia del exilio español en la arquitectura mexicana”. 

OPINIÓN                                                               

Arquitecturas desplazadas


HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Nadie -o muy poca gente- sabe en Asturias quién es Juan Ignacio del Cueto Ruiz-Funes (México D. F., 1961). Este arquitecto, investigador y profesor universitario, cuyo primer apellido tiene ecos inequívocos de la Asturias indiana, probablemente no saltará a la fama entre nosotros hasta dentro de dos años, cuando llegue el momento de conmemorar los 70 años del exilio republicano español. Será entonces cuando se le reclame como experto en la materia para participar en charlas, debates y exposiciones.

El México de Lázaro Cárdenas fue el país de América que acogió el mayor número de arquitectos españoles al término de la guerra civil, y de todo eso el que más sabe es, precisamente, Juan Ignacio del Cueto. Su tesis doctoral, hecha y leída en Barcelona, gira en torno a veinticinco personas que podrían ser, cada una de ellas, protagonistas de una novela: Tomás Auñón (que, previamente, había pasado unos años en la República Dominicana, donde colaboró con Joaquín Ortiz García, arquitecto municipal de Llanes durante la Segunda República), Francisco Azorín, José Luis Miguel Benlliure, Tomás Bilbao, Emili Blanch, Ovidio Botella, Félix Candela, José Caridad, Óscar Coll Alas (el único asturiano del grupo), Francisco Detrell, Roberto Fernández Balbuena (subdirector del Museo del Prado en 1938, cuando Picasso era el director honorífico), Fernando Gay, Bernardo Giner de los Ríos (ministro con el Frente Popular), Cayetano de la Jara, Juan Bautista Larrosa (fallecido al poco tiempo de llegar), Juan de Madariaga, Esteban Marco, Jesús Martí, Jaime Ramonell, Juan Rivaud, Eduardo Robles Piquer, Mariano Rodríguez Orgaz, Arturo Sáenz de la Calzada, Enrique Segarra y Jordi Tell Novellas. Gente que formó un colectivo cohesionado, con estrechas relaciones entre sí.
En junio, Juan Ignacio del Cueto hizo una visita fugaz a Llanes y nos cupo el honor de servirle de cicerone. Venía desde Madrid, de inaugurar en el Ministerio de la Vivienda la exposición “Arquitecturas desplazadas. Arquitecturas del exilio español”, en cuya concepción y organización había tenido él mucho que ver. Seguía el rastro de Joaquín Ortiz (una de las eminencias del racionalismo en los años 30, cuya biografía aún permanece inédita), y tuvo ocasión de fotografiar algunas de sus obras principales, como la Rula, el edificio “Borinquen”, el chalet de José María Noriega y la casa de Contró. Arquitecto por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Del Cueto se doctoró en Arquitectura por la Universidad Politécnica de Cataluña. Su tesis doctoral “Arquitectos españoles exiliados en México. Su labor en la España republicana (1931-1936) y su integración en México” le valió el premio extraordinario de doctorado. Es un universitario comprometido con los valores que representaban aquellos hombres desgarrados por el exilio y a través de internet suele propagar escritos que reivindican la memoria y propugnan actos de desagravio. Desde 1993 es profesor de Historia de la Arquitectura y Proyectos en la Facultad de Arquitectura de la UNAM e investigador del Centro de Investigaciones y Estudios de Posgrado en la misma universidad.
Su abuelo materno, Mariano Ruiz-Funes, murciano, fue miembro de las Cortes Constituyentes de 1931, ministro de Agricultura en el gobierno del Frente Popular en 1936 y, durante la guerra, embajador de la República en Polonia y Bélgica. Sus abuelos paternos fueron Eusebio del Cueto Sánchez (de Hontoria, Llanes), que emigró a México hacia 1912,  y Dolores de la Fuente (nacida en la villa llanisca).  

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA el sábado 8 de diciembre de 2007)

BALTASAR CUE FERNÁNDEZ (1856-1918):VÍDEO SOBRE LA VIDA Y LA OBRA DEL FOTÓGRAFO LLANISCO


martes, 29 de mayo de 2018

LLANES, JACQUES CHABAN-DELMAS Y VÍCTOR PÉREZ BERNOT



Cine,literatura y recuerdos familiares

El programa "Llanes y las letras" se cerró con la película "¿Arde París?"


HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

El programa “Llanes y las letras”, dedicado este año a conmemorar el treinta aniversario de la muerte del poeta llanisco Celso Amieva, se clausuró con la película “¿Arde París?” (1966), de René Clément. El largometraje, de más de dos horas de duración, es una lección de historia, adaptada al cine por Gore Vidal y Francis Ford Coppola a partir de la célebre novela homónima de Dominique Lapierre y Larry Collins. Filmada en blanco y negro (sólo al final, los fotogramas de la vista aérea de la capital del Sena lucen el color, mientras suena la canción “Paris en colère” en la voz de Mireille Mathieu, “el Ruiseñor de Aviñón”), el actor Alain Delon encarna en ella a Jacques Chaban-Delmas (1915-2000), un importante político, afín al general De Gaulle, que durante la ocupación alemana desempeñó una labor crucial de enlace con los grupos de la Resistencia y, a partir de 1944, con el cuartel general de las tropas estadounidenses desembarcadas en suelo francés. Chaban-Delmas sería alcalde de Burdeos, primer ministro, presidente de la Asamblea Nacional en varias legislaturas e incluso candidato a las elecciones presidenciales (que perdió ante Giscard d’ Estaing, en 1974).

A Clément, ganador de un Óscar por “Juegos prohibidos” y colaborador de Tati, sólo cabe ponerle una pega: no haber reflejado como se debería los méritos de los republicanos españoles en la liberación de París. Su película, no obstante, es un monumental fresco histórico capaz de provocar emociones y evocaciones de variada índole. En mi caso, ha venido a avivar el recuerdo de un tío materno mío, Víctor Pérez Bernot, emigrante desde los años 50 en Francia, donde reposan sus restos. Víctor y su padre (el entrañable llanisco Pedro Pérez Villa, “el Sordu”) compartieron el oficio de albañil y la afición a la pesca y fueron protagonistas de un fatídico hecho acaecido en Llanes el 18 de agosto de 1948: ese día, se hallaban los dos mariscando cerca de Buelna ante una mar aparentemente propicia, aunque en trance de encresparse. De pronto, una ola asesina golpeó contra las rocas al “Sordu”, que cayó al agua ya prácticamente sin vida. Víctor no lo dudó y se tiró tras él. Se aferró al cuerpo de su progenitor y, nadando con un solo brazo, consiguió alejarse del litoral para no quedar a merced de los embates del Cantábrico en los acantilados. Transcurrió una eternidad hasta que llegó una motora a rescatarlos. Según recogen las crónicas, Víctor “se encontraba extenuado del sobrehumano esfuerzo realizado durante más de dos horas sosteniendo el cadáver de su padre”.

Poco después de este trágico suceso, mi tío emigró a Perpignan, capital del departamento de los Pirineos Orientales, y más tarde lo hizo a Bayonne, en el País Vasco francés. Era nuestro familiar más exótico. El más viajado. En el verano de 1971 me llevó a pasar unas semanas a su casa, con su mujer y sus hijos, y empecé a descubrir qué era eso de Europa. Una tarde, Víctor nos llevó al Club de Tenis “Aviron Bayonnais” a presenciar un torneo de veteranos. Desde la grada, a escasos metros, veíamos sudar a los jugadores sobre la tierra batida. Había un respetuoso ambiente de expectación, con un público de abuelos, nietos y papás y unos pocos gendarmes uniformados. No me acuerdo del resultado de aquel partido, pero sí de la identidad de uno de los tenistas, sobre el que se fijaba concienzudamente nuestra atención. Era un elegante cincuentón de cabello plateado que ostentaba el cargo de primer ministro del Gobierno de la Quinta República. Se llamaba Jacques Chaban-Delmas.    

(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA de Oviedo, el sábado 19 de mayo de 2018).



El realizador francés René Clément (1913-1996).

Jacques Chaban-Delmas siempre practicó el deporte.

Chaban-Delmas y el actor Alain Delon,
en los escenarios
del rodaje de "¿Arde París?"

Víctor Pérez Bernot (1918-1996), entre su hermana Pilar
(a la izquierda) y su esposa, Modesta Amieva.

Víctor Pérez Bernot en Francia, en 1957.

Pedro Pérez Villa, "el Sordu" (1876-1948),
fotografiado por Cándido García en 1916.

martes, 15 de mayo de 2018

PILAR PÉREZ BERNOT Y LLANES: VÍDEOS PARA EL RECUERDO



LA DAMA DE LA TIENDA DE COMESTIBLES 
"LA PILARICA"


Pilar Pérez Bernot (1924-2008), personaje popular llanisco, era hija de Pedro Pérez Villa (Pedro "el Sordu") y de Aurora Bernot García. En su vida personal y en la de su familia 
se resume la historia del Llanes del siglo XX.







domingo, 15 de abril de 2018

ESCUDO DE LLANES


ARMAS DEL CONCEJO DE LLANES

Un escrito del historiador Elviro Martínez Fernández, miembro del Real Instituto de Estudios Asturianos (R. I. D. E. A.)


El blasonamiento de la Villa y Concejo de Llanes fue motivo de preocupación y estudio de los historiadores y heraldistas asturianos durante un mínimo de tres centurias. Uno de los testimonios más antiguos que conocemos es el que figura en el inédito “Heraldario de Cangas”, al folio 21, con estos términos: “Aunque es nueva, la villa de Llanes tiene muy largos privilegios; pinta por armas mitad de león en campo sangriento”. El razonamiento no podría ser menos convincente: “dando a entender q’ está esta Villa en frente de León”. No precisa mucho más Tirso de Avilés (1), que se limita a consignar: “Un medio león en un escudo en campo sangriento”; dejando constancia de unos versos que hicieron fortuna: 

Aqueste medio león,
que está en campo colorado,
es de Llanes su blasón,
por mucho fuerte varón,
con gran esfuerzo ganado.


Piferrer sigue la misma tradición, mientras Ciriaco Miguel Vigil (2) se inclina por este otro contexto: “Trae escudo de gules, y medio león de oro, sostenido de sinople, y una cruz paté de plata”. La representación de Miguel Vigil sigue en uso, sin que medie explicación municipal y pese al dictamen oficial en los siguientes términos: en campo de gules, un león rampante de oro, y en jefe una cruz paté de plata.

(Publicado por Ayalga Ediciones en 1981).



      NOTAS:

1.  Historiador y religioso asturiano del siglo XVI, Tirso de Avilés y Hevia fue canónigo de la Catedral de Oviedo y juez del Cabildo catedralicio. Su reconocimiento llegó gracias a sus estudios heráldicos de epigrafía y de historia de gran importancia pues es de las pocas informaciones que ha llegado a nuestros días en ese campo dentro de Asturias.
2.  Ciriaco Miguel Vigil (1819-1903) fue un historiador ovetense.

domingo, 11 de marzo de 2018

MÚSICOS Y CANTANTES JUDÍOS EN ALEMANIA

OPINIÓN

Heinz Jakob Schumann. (Foto: Harry Schnitger).

Lotti Goldmann. (Foto: Wilhelm Reinke).

Guitarra y cabaret, pese a todo



Lotti Huber y "Coco" Schumann, dos estrellas judías en Alemania


HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

La convergencia plena entre judeidad y germanidad siempre es una tarea pendiente. Para Enzo Traversaro (autor del libro “Los judíos y Alemania”), la simbiosis judío-alemana es poco menos que un imposible, a pesar del entusiasmo puesto por relevantes personalidades hebreas de Alemania, como Walter Rathenau, que cantaron y profesaron el patriotismo prusiano. En su desalentador análisis histórico, Travesaro habla de judíos asimilados, “pero sin patria”, y para explicar el asunto pone más el énfasis en el concepto de “monólogo judío” que en el del diálogo, propiamente dicho, entre lo hebreo y lo alemán. ¿Cómo es posible que los judíos sigan viviendo en Alemania?, podríamos preguntarnos.

Pero aunque después de lo de Hitler se sigue manteniendo una visión inevitablemente morbosa de esa realidad, la normalidad de la República Federal no se puede concebir hoy sin la presencia judía, sin la cotidianidad de un componente semita, como parte de la identidad de un país que padeció el trauma de las leyes raciales de Núremberg de 1935 (aquel enajenado propósito de calibrar, obsesiva y milimétricamente, la sangre, las genealogías y los grados de mestizaje de la gente).
No dejan de tener una irresistible fuerza de atracción, en todo caso, las historias de supervivencia, las biografías, los obituarios, los grandes y los pequeños detalles de la vivencia judía en Alemania, que frecuentemente encuentran hueco en los medios de comunicación.
La reciente noticia del fallecimiento, a los 93 años, de Heinz Jakob Schumann, figura del jazz berlinés, nos ha venido a recordar todo eso. Una historia de película (de hecho, había sido uno de los protagonistas del documental “Refuge in music”, de 2013, que recoge el testimonio de músicos alemanes que habían sido recluidos en campos de concentración). De madre hebrea y conocido como “Coco” Schumann, fue uno de los primeros instrumentistas que tocó la guitarra eléctrica en su país. Se había aficionado al swing en plena Olimpiada de su ciudad natal, Berlín, en 1936, en algunos de cuyos bares y clubes actuaría hasta su detención en 1943. Fue internado en Terezin y en Auschwitz, hizo trabajos forzados en situación de esclavitud, formó parte de un grupo musical que tocaba para recibir los convoyes de nuevos prisioneros (y también en sesiones privadas para los oficiales de las SS), y tuvo un cara a cara con Mengele. Después de la guerra compartiría escenario con Ella Fitzgerald y crearía la formación “Coco Schumann Quartett”.
Una trayectoria un tanto similar a la suya fue la de Lotti Huber (Lotti Goldmann, 1912-1998), que encarna también un argumento de cine (el director y militante del movimiento gay Holger Mischwitzky, que firma sus trabajos como “Rosa von Praunheim”, le dio un papel en distintas películas). Nacida en Kiel, hija de un comerciante textil judío, había estudiado danza en Berlín y pasó un año en un campo de concentración, de 1937 a 1938. Al recuperar la libertad emigró a Palestina y en Jerusalén siguió estudiando el arte de la danza; bailó en clubs nocturnos de Haifa y El Cairo con un estilo personal y provocador de “Danza libre”; se casó dos veces (en ambos casos, con militares ingleses), vivió en Londres y abrió un restaurante en Chipre. De vuelta a Alemania en los 60, siguió actuando en cabarés por la senda de la transgresión de los prejuicios pequeño-burgueses. Presentaría programas de televisión y sería un icono para los homosexuales. Un crítico la calificó como “la Marlene Dietrich de los pobres”.
Hasta el final, Lotti y “Coco” cantaron, bailaron y tocaron la guitarra, pese a todo, contradiciendo así la manida sentencia de Adorno (“tras Auschwitz no es posible la poesía”). 


(Artículo publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA de Oviedo el sábado 10 de febrero de 2018).