sábado, 9 de abril de 2016

IDENTIDAD LLANISCA Y GLOBALIZACIÓN

Mercado semanal de Llanes, Asturias (sobre 1989).

Artículo en LA NUEVA ESPAÑA


IIdentidad y globalización

HIGINIO DEL RÍO PÉREZ      


Paradójicamente, en plena globalización, las referencias culturales de carácter local están cobrando un valor creciente. La cultura propia es, en último término, lo verdaderamente tangible. Lo abarcable. La identidad. La memoria. Un anclaje en medio de la inmensidad.
A nadie se le debe escapar que los ayuntamientos, a través de las casas de Cultura, juegan en relación con esto un papel esencial. La prioridad de un centro cultural municipal (la obligación, diríase con más propiedad) no es competir con el Guggenheim sino defender, conservar, difundir y dar visibilidad a todo aquello que constituye las señas propias del municipio del que forman parte (historia, patrimonio, personajes, economía tradicional, folklore, conocimiento del territorio…).  
La muestra “Llanes y las ballenas”, que recibió la visita de 11.144 personas, es un ejemplo significativo de la aportación al panorama cultural asturiano que representan las exposiciones de producción propia. Las muestras de este tipo hechas en la villa de Ángel de la Moría se han venido sucediendo desde 1988: “Llanes, imágenes del siglo XX”, “Fósiles, aves y mamíferos del Concejo de Llanes”, “Llanes, una mirada a la mar”, “Centenario de la llegada del tren (1905-2005)”, “Llanes y la invasión napoleónica”, “El arquitecto Joaquín Ortiz y el Llanes de la Segunda República”, “El pintor Jesús Palacios de la Vega (1918-2011)” y “José de Posada Herrera, un político decimonónico”, entre otras muchas.
No obstante, esta línea estratégica de la programación en los territorios locales no es incompatible con las dinámicas para entender la compleja realidad cultural contemporánea o para acercarse a aspectos concretos de la aldea global. La mirada al mundo viene a complementar la atención prioritaria a lo próximo, a lo que más nos concierne, y a ese propósito ha venido respondiendo una larga serie de exposiciones que atrajeron, como las anteriores, a miles de visitantes: “América entre nosotros”, “Inquisición y Justicia seglar”, “Berlín, años 20”, los fotógrafos de la Agencia “Magnum”, “Realidades de la realidad” (en la que estuvieron representados Antonio López, Cristóbal Toral, Eduardo Naranjo, Amalia Avia, María Moreno, Julio López Hernández y otros grandes nombres de la pintura), el fotógrafo francés Félix Nadar (1820-1910), “Historia de los puertos españoles”, “La ciudad hispanoamericana: el sueño de un orden”… Exposiciones que llegaban al Principado por primera o única vez.
En otros apartados, como los cursos de verano, se mantiene igualmente esa doble visión. La colaboración con las Universidades de Alcalá y de Maryland permitió trasladar a Llanes un escenario de reflexión y debate, con la presencia de políticos de la Transición (los “padres” de la Constitución de 1978, incluidos), protagonistas de la recuperación de la memoria histórica, juristas y académicos, así como humoristas gráficos de los principales periódicos, con Antonio Fraguas, Forges, a la cabeza.

La clave está en la combinación entre lo cercano y lo lejano. Frente a eso, o contra eso, el papanatismo de los que desprecian las tradiciones, la vida y la historia locales y cacarean su obsesión cosmopolita como la mejor fórmula para diseñar actividades culturales, evidencia una prepotencia de risa y una paletada en toda regla. 

(Diario LA NUEVA ESPAÑA, Oviedo, 9 de abril de 2016)

CIUDAD, CULTURA Y "ZEPPELINES"

Museo Guggenheim de Bilbao.

Ciudad, cultura y “zeppelines”

HIGINIO DEL RÍO PÉREZ


La centralidad de la ciudad y el impacto económico de la cultura son nociones que no se apean de ningún curso de gestión cultural que se precie. Cualquier pollo que tenga algo que decir en esta materia está llamado a predicar, con machacona insistencia, la necesidad de pasar de la Europa de las naciones a la Europa de las ciudades, pues es en el ámbito local donde se tiene que resolver la mayoría de los problemas que se le plantean al hombre moderno. Eso se complementa con la tesis de que la cultura ha dejado de ser un florero. La ciudad, según esta lectura, se presenta como una unidad competitiva en el marco de la globalización mundial; y la cultura se erige en un elemento de producción de plusvalías económicas (en la UE aporta ya el 3 por ciento del PIB). La cultura genera riqueza; no es un gasto, sino una inversión.
Este mensaje ha sido recientemente en nuestro país el hilo conductor de tres cursos fundamentales: las “I Jornadas sobre espacios de creación contemporánea” (Avilés, marzo, 2004), “El sistema público de la cultura en España. 25 años de ayuntamientos democráticos” (Cáceres, octubre, 2004) y “Ciudades y Cultura: tendencias y retos del siglo XXI” (Santander, julio, 2006). Ahora, dando un paso más en esta reflexión, el Ayuntamiento de Avilés viene de convocar, los días 24 y 25 de noviembre, un foro dedicado a “La industria cultural. La cultura como factor de desarrollo económico local”.
En Avilés se pusieron sobre la mesa megaproyectos como el Guggenheim, el Museo de Arte Contemporáneo (MUSAC) de Castilla-León y la Ciudad de las Artes y las Ciencias (CAC) de Valencia, y se examinaron con lupa los pelos y señales de los procesos de gestación de cada uno de ellos, los plazos de ejecución de las obras, los modelos de gestión y los criterios de sostenibilidad económica que adoptaron, el presupuesto y el balance de su funcionamiento al día de hoy. El propósito era aprender de la experiencia de otros para afirmar y posicionar en la parrilla el ilusionante proyecto del Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer.
Hubo cuatro intervenciones especialmente destacadas. Juan Ignacio Vidarte, director del Museo Guggenheim de Bilbao (MGB), insistió en ver la cultura como un instrumento que permite a las ciudades regenerarse, revalorizarse y conseguir una presencia notoria en el mundo. Rafael Doctor, director del MUSAC de León, denunció el desencuentro flagrante entre arquitectos y gestores culturales, que hace muy difícil el acople del edificio a la función para la que estaba destinado (“se gasta más dinero en contenedores que en proyectos culturales”). Pau Rausell, de la Universidad de Valencia, habló de la ciudad como de un “agujero negro” (en el siglo XXI, las ciudades tendrán una capacidad de maniobra apabullante; los ingresos de Tokio, por ejemplo, son ya hoy superiores a los de Francia). Y Eduard Miralles, asesor de Relaciones Culturales de la Diputación de Barcelona -un teórico muy conocido, al que habíamos tenido en Llanes en octubre de 1990, en un seminario organizado por el Ministerio de Cultura-, dio buenos consejos: no es lo mismo, dijo, hablar del aporte de la cultura al desarrollo que hablar de desarrollo cultural de la gente; cuando se verifican grandes proyectos del “citymarketing” no se trata sólo de recibir visitantes, sino de plantear estrategias para mejorar la vida cultural de los ciudadanos que han hecho posible esos proyectos; y los “zeppelines” que les caen del cielo a las ciudades, advirtió, a menudo no integran las necesidades culturales del lugar.  

(Diario LA NUEVA ESPAÑA, Oviedo, 9 de diciembre de 2006).