miércoles, 25 de noviembre de 2015

LOS SECRETOS DE HELMUT SCHMIDT SOBRE SU ORIGEN JUDÍO


OPINIÓN    
                                                                                                 
Los secretos de Helmut Schmidt

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·  El político alemán, recientemente fallecido, silenció sus orígenes judíos


HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Helmut Schmidt, que falleció el 10 de noviembre a los 96 años, era merecedor del Premio Príncipe de Asturias, pero no sé si alguna vez llegó a sonar siquiera su nombre entre las candidaturas al galardón. Al democristiano Helmut Kohl, en cambio, sí se lo dieron en 1996, en la modalidad de Cooperación Internacional, en reconocimiento a su papel en la construcción europea y en la reunificación de Alemania.

Canciller de la República Federal desde 1974 hasta 1982 (y antecesor de Kohl al frente del gobierno alemán), el socialdemócrata Schmidt no sólo había mostrado siempre idéntico ímpetu europeísta que su tocayo, sino que además fijó la idea de la moneda única como objetivo (fue uno de los padres del euro) y contribuyó a institucionalizar las cumbres europeas. Lideró a Europa cuando la crisis del petróleo golpeó a Occidente, en los años 70, y supo hacer frente sin cesiones ni paños calientes al chantaje del terrorismo (en 1977, la banda de extrema izquierda Baader-Meinhof había secuestrado y asesinado, entre otros, al presidente de la patronal, Hans Martin Schleyer).
Antes de llegar a la Cancillería había sido ministro de Defensa y de Economía y Finanzas. Sucedió con dignidad y eficacia al carismático Willy Brandt, de cuya ‘ostpolitik’ fue continuador, y sacó airosamente a su país de una grave recesión mundial.
Hijo de un profesor de magisterio, Helmut Schmidt estaba empapado de la convulsa historia europea. Había pertenecido a las Juventudes Hitlerianas y en la Segunda Guerra Mundial alcanzó el grado de teniente de Artillería de la Luftwaffe y fue condecorado con la Cruz de Hierro. En 1946, coincidiendo con los juicios en Nuremberg a los jerarcas nazis, fue elegido presidente de la Liga de Estudiantes Socialistas. Su biografía es de dominio público excepto en un pequeño detalle sobre sus orígenes familiares, celosamente guardado por él hasta su jubilación: “Mi abuelo era judío y mi padre, según las leyes raciales nazis, era semijudío. Mi padre no quería que se supiese esto, pero como ya ha fallecido no tengo motivos para seguir guardando el secreto”, revelaría en 1988 en un programa de televisión presentado por el ex presidente francés Giscard d’ Estaing, gran amigo suyo.
Helmut Schmidt era un “mischlinge” (un mestizo, en la terminología nazi) con un 25 por ciento de sangre judía. Uno de sus abuelos era hebreo. Según consta en el libro “La tragedia de los soldados judíos de Hitler”, de Bryan Mark Rigg, el ex canciller se contaba entre los 607 alemanes judíos de un cuarto alistados en las fuerzas armadas bajo el nacionalsocialismo: 3 almirantes, 10 generales, 24 coroneles, 10 comandantes, 20 capitanes, 63 tenientes, 55 suboficiales y 422 soldados rasos que al principio quizá no tenían conciencia clara de su identidad judía, pero luego tuvieron que vivir bajo sospecha y en una angustiosa incertidumbre desde 1933 hasta 1945. Los mischlinge autoproclamaban su patriotismo e incluso el entusiasmo por la esvástica; solicitaban certificados de pureza de sangre; aparentaban indiferencia ante la crueldad que empleaba la Wehrmacht en el trato a las “razas inferiores”; combatían en primera línea, y al mismo tiempo intentaban proteger a sus padres, tíos y abuelos, que estaban obligados a llevar prendida la estrella de David, sometidos a racionamientos y prohibiciones, esclavizados en duros trabajos de la Organización Todt y, en no pocos casos, deportados, internados en campos de concentración y asesinados. De todo esto nunca se decidió a hablar Schmidt. Son los secretos que se llevó con él a la tumba.

(Publicado en el diario LA NUEVA ESPAÑA, el 25 de noviembre de 2015).