martes, 8 de septiembre de 2015

LLANES Y LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL


Estelas y reflejos de una guerra lejana

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·        La Universidad de Maryland organizó en Llanes un curso sobre los 70 años del fin de la Segunda Guerra Mundial


HIGINIO DEL RÍO PÉREZ

Las guerras del pasado se desdibujan ante el fragor de las guerras presentes. Nunca hay treguas para contemplar la Historia como una lección bien aprendida, de modo que en medio de los conflictos actuales, que están desencadenando éxodos y desplazamientos de población como nunca se habían visto antes, lo natural es que pase desapercibido el 70 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial. Sólo se ha acordado de ello José María Naharro, organizador del curso de verano de la Universidad de Maryland en la Casa de Cultura de Llanes. Esta vez, el programa de ese encuentro se dedicó a la conflagración de 1939-1945, y a mi me tocó presentar una ponencia sobre la relación que tuvo Llanes con todo aquello (aunque pueda parecer descabellado, la búsqueda de conexiones entre puntos y planos aparentemente tan distantes resulta posible). La titulé “Llanes: estelas y reflejos de una guerra lejana” y la hilvané sobre siete secuencias:
LEGIÓN CÓNDOR. Esta unidad militar germana estuvo en 1937, representada por un centenar de soldados, que, dos años después, tomarían parte en la campaña de Polonia. Sabemos el nombre de alguno de ellos, las casas de indianos en las que se alojaron y la marca del champagne que descorchaban cada atardecer en las confiterías “Auseva” y “Parás”.
XÍRIGA. En 1940, cuando estaba internado en el campo de Argelès-sur-Mer, Celso Amieva recibió una carta que había conseguido salvar la censura de los confidentes de la Gestapo. Estaba escrita en el lenguaje de los tejeros y en ella se informaba del repliegue británico de Dunkerque, del que había sido testigo el remitente.
UN AVIÓN DE LA LUFTWAFFE. Un Junker 290 se estrelló en Ríusecu en mayo de 1944. Pilotada por el teniente Heinz Ernst y con diez hombres más a bordo, la aeronave venía de cumplir una misión de vigilancia en el Atlántico. Averiada, intentó encontrar el aeródromo de Cue, que tenían señalado en el mapa, pero no dio tiempo. No hubo supervivientes. Los cadáveres de los tripulantes estuvieron enterrados en el cementerio de Posada hasta 1980.
VISITANTES POCO CORRIENTES. Derrotado Hitler, aparecieron dos misteriosos personajes. A uno le llamaban “Federico”, y al otro “el tío Pepe”. El primero, acompañado por una dama alta y rubia, alquiló una habitación encima del bar Palacios. El tío Pepe, que venía también con una mujer, se instaló en la casa de las Nievitas, en el Barriu. Eran alemanes, y desaparecieron tras recibir de la Guardia Civil el aviso de que estaban siendo buscados por la Interpol. Cuatro años después llegó un tercer personaje. Lo trajeron unos veraneantes de Madrid y se le vio bailar un pasodoble en la Verbena de la Portilla. Era Otto Skorzeny, el teniente coronel de las SS que había liberado a Mussolini en el Gran Sasso.  
IDENTIDAD ROBADA. Wenceslao Junco Marín (Vencines) me dijo una vez: “Con la identidad de tu tío Juan (Juan Pérez Bernot) entró un nazi en América en 1945 o 1946”. Juan, voluntario en el batallón republicano del Coritu, cayó en combate en Tarna, y fue enterrado en una fosa común. Nunca llegó a su familia la cédula de identidad. Vencines, como hijo de uno de los hombres fuertes de Llanes tras la entrada de los nacionales, debía saber de lo que hablaba.
UN AMERICANO DE OHIO. Riggs Mellen, nacido en Cleveland en 1918, llegó en los años 50. Vivió con su esposa primero en la Moría, y luego en uno de los chalets de Puertu Chicu. Cuando enviudó, se casó con una austriaca llamada Inmaculatta. Sus últimos años los pasaron ambos en la Residencia Faustino Sobrino, donde fallecieron. A Mellen, obsesivamente, le atormentaba el recuerdo del bombardeo de Dresde por parte de los aliados, en uno de cuyos aviones iba él, como cabo de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos.

JUDÍOS ERRANTES. Fotógrafos los dos, Nicolás Muller y Jean-Jacques Lévy compartían la memoria viva del Holocausto. Una gran parte de su familia respectiva había sido asesinada en Auschwitz. Ambos encontraron la paz aquí: uno en Andrín; el otro en Celorio. 

(Publicado en el diario "LA NUEVA ESPAÑA", 8 de septiembre de 2015)


Galland estuvo en el aeródromo de Cue.


Otto Skorzeny.

Nicolás Muller.
Jean-Jacques Lévy.

¿Quién era Federico?


LLANES: FIESTAS DE LA GUÍA


ESTAMPAS D’ UNA MADRE

Pilar Pérez Bernot (la de la tienda de comestibles La Pilarica) llevaba siempre en el bolsu dos o tres estampas en blancu y negru de la Virgen de Guía. Pilar era mi madre y presumía de ser de la Guía, como toda la familia de Pedro el Sordu (el nuestru güelu maternu, que había bailáu el Pericote con las de Cue en el práu de la ermita a finales del siglu XIX).
El mi hermanu, Juan Pedro, y yo la vimos alguna vez da-i-os esas estampas a forasteros que mostraban cariñu por Llanes y por las cosas de Llanes. Me acuerdo de habela vistu dalas en el Paseu de San Pedro a antiguos clientes de la su tienda; o en Oviedo, cuando nos llevaba a comprar aquellas botas indestructibles de Segarra y nos encontrábamos con algún veraneante de toda la vida; o en Valladolid, onde pudimos estudiar con una beca, cuando s’ encontraba con otras viudas como ella, que tenían también allí jiyos estudiando; o en el andén de la estación de Torrelavega, a onde iba a despedinos; o en Madrid, onde continuamos la beca d’ estudios y luego encontramos trabaju. Yo creo que la soledá de Pilarina, desde que enviudó a los treinta y dos años d' edá, estuvo siempre unida a esas estampas sin color.
Jaz un momentu, después de ver pasar la procesión nocturna cerca del Puente, m’ acordé d’ esas fotos. Al llegar a casa abrí un cajón, saqué una (entovía deben quedame diez, o así), la escaneé y aquí tá puesta pa' l que la quiera ver. Y aquí tamos nosotros conservándola y contemplándola en nuestra orfandá; buscando en ella, un añu más, consuelu y esperanza; jaciendo repasu de la vida que lleva unu vivida; manteniendo la Fe y las ilusiones a pesar de las duras realidades del mundu. Acordándonos muchu, con una sonrisa y muy buenos recuerdos, de los seres queridos que ya se nos fueron.