sábado, 1 de junio de 2013

DEL LLANES DE ANTES: CHUCHA, LA CHURRERA

(Foto: Archivo de H. del Río).

María Jesús Goti SomohanoChucha la Churrera 
(1903-1990)



HIGINIO DEL RÍO PÉREZ


El luto de su viudez le cubrió el alma desde los veintinueve años y trazó para ella un itinerario diferente al de las demás mujeres. Mientras otras se divertían vestidas de domingo, ella freía churros sobre los dos metros que se le reservaban en el prau de la romería, previo pago de la correspondiente tasa municipal. Su existencia transcurrió sobre aquel estricto par de metros cuadrados. Sonaba la música y la gente bailaba, mientras ella, en su rincón de hierba y de aceite hirviendo, daba forma a ruedas de dos duros. Sus suspiros y su recogimiento contrastaban crudamente con el jolgorio del entorno. Era el ejercicio de supervivencia de una madre dolorosa, sin que apenas nadie reparase en ella.

La madre de Chucha, Concepción Somohano, era de San Roque del Acebal, y su padre, Juan Toribio Goti Parás, de Silva (Vizcaya). “Juanillo”, como era conocido su progenitor, fue uno de los marineros que tomó parte en la primera acción de rescate realizada en Llanes por la Sociedad de Salvamento de Náufragos, en 1887. Personaje poco común, Juan Goti dio la vuelta al mundo a bordo del “Nautilus”. A comienzos de los años veinte, Juanillo y Concha, que tuvieron dieciséis hijos, habían arrendado al Ayuntamiento el Balneario del Sablón. 

Sin que le hubiese quedado ninguna paga del marido, al socaire de muchas “nochebuenas” y “nocheviejas” con un plato de pulientas resecas sobre el mantel, sólo Dios sabe lo que Chucha tuvo que luchar para sacar a los suyos adelante. Cuando llegaban los Reyes Magos, los críos aguardaban en la cola que se formaba en la acera del Puente, vigilada por Venancio, el municipal. En el primer piso del edificio de los actuales almacenes “El Siglo” estaba la sede de Falange, y allí se repartían juguetes: un tambor, una “pepona”, un rompecabezas, una trompetuca.... La cola era muy larga, y la esperanza seguramente también, pero los juguetes iban siempre a parar a las manos de los mismos. A los hijos de Chucha nunca les tocó nada.
Trabajó la anchoa durante cincuenta años en la fábrica de conservas “La Llanisca”, de Conde y Teresa; también fregó pisos; fue a pedir por los pueblos (no dinero, sino comida; las aldeanas eran caritativas y siempre le daban patatas, recortes de cerdo y otras cosas, para poder dar de comer a los suyos), haciendo caminatas hasta Meré y Los Callejos.
En su vida laboral, para Chucha lo primero era la fábrica (allí alcanzó el Montepío), donde descabezaba el pescado y envasaba las anchoas. Aparte de esto, por las noches, a las cuatro o a las cinco de la madrugada, iba al “charrangue” a la estación de FEVE (“charrangar” era robar carbón, y lo hacía mucha gente en aquellos duros tiempos). Si hacía dos viajes, el carbón traído en el primero era para venderlo, y el segundo para consumo de casa. Una vez, recién fallecido su marido, fue sorprendida por un guarda de la estación, que le dio una paliza y la metió en el almacén para los paquetes. 
Chucha hacía también bollas, que vendía ella misma por las casas, a peseta, y durante un tiempo tuvo un puesto de patatas fritas en el Sablón. En varios viajes, bajaba ella la mesa, la gran sartén, el sacu de patatas, el aparato para cortarlas, el papel de estraza para los cucuruchos y la caldera, que funcionaba con coque. Su modo de ganarse el pan más definitivo, sin embargo, fue la venta de churros por las romerías y verbenas, codo con codo con su hermana Dorila.
Aquéllas sí que eran romerías y verbenas de verdad: pasodobles toreros y autocares de Mento yendo y viniendo; los ritmos de las orquestas “Gran Kapytol”, de Trubia, “Cubanacán”, de Torrelavega, y “Los Panchines”; las almendras garrapiñadas y las pistolas de agua; las tómbolas, los caballitos, los petardos, los globos de colores, la hierba húmeda y las casetas del tiro al blanco; el ron de garrafa, las mejillas sonrosadas, los ojos vidriosos y las miradas lujuriosas. El Cristo de La Portilla, Santa Marina en Parres, el Carmen de Celorio...
Los utensilios que necesitaba se los llevaban el entrañable Domingo “el Tibo”, en una carretilla, o Chovero en una furgoneta: el bidón de gasoil, las garrafas de aceite y de agua, las bolsas de harina, el azúcar y todo lo demás. Ella iba andando con Sarina y Matilde. Salían a las diez de la mañana, llevaban la comida preparada (cuando la había), y regresaban en silencio a las tantas de la madrugada, una vez que la orquesta había interpretado la última pieza.
                                                                
                                       (Resumen de un artículo publicado en el semanario EL ORIENTE DE ASTURIAS el 20 de marzo de 1998). 


4 comentarios:

  1. Leyendo estos párrafos estoy deseando leer el libro. Es un lujo que alguien recuerde a este tipo de personajes tan importantes en la historia de Llanes.

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  2. "Chucha" la hermana de mi abuela "Dorila"

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  3. Dorila, todo un personaje, aunque no tengo demasiados datos de su vida. Y lo siento.

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